Las bolsas de plástico parecen inofensivas y se usan todos los días. Son de colores, transparentes o con grandes logotipos de publicidad. Pero a pesar de sus múltiples formas y variedades tardan en degradarse un promedio de 150 y 200 años, por lo que constituyen una amenaza para la salud del planeta. En San Pedro La Laguna, Guatemala,  la población, en su mayoría de la etnia tz’utujil, vive del comercio y del turismo, pero la contaminación de las aguas del Lago ha sido una de las mayores preocupaciones durante años, por lo que esta medida, la tercera en el país, ha sido vista con buenos ojos.

Consciente de esta situación, el alcalde de San Pedro La Laguna, Mauricio Méndez, ha declarado la guerra a ese refinado del petróleo prohibiendo la distribución de las bolsas de plástico, productos de duropor y pajillas, un hecho que equipara a ese pequeño enclave, ubicado a las orillas del Lago Atlitlán, a los países más avanzados de Europa, que recientemente también han adoptado medidas frente a la creciente amenaza de los plásticos.

Las multas para quienes no acaten la disposición ambiental van desde los Q300 hasta los Q15 mil, aunque esas cantidades se pueden duplicar con la reincidencia. Sin embargo, la Municipalidad ha insistido en que la intención no es aumentar la recaudación, sino “minimizar los graves perjuicios que el exceso de este tipo de productos están generando en el ambiente y en el Lago de Atitlán”, porque el plástico, dice el acuerdo —que prohíbe su uso—, “tiene un tiempo de degradación de entre cien y mil años”.

El acuerdo municipal 111-2016, que fue publicado en el Diario de Centro América el 7 de octubre del 2016 y que entró en vigencia ocho días después, resalta que el objetivo es minimizar los graves perjuicios que el exceso de los referidos productos causa en el ambiente y el Lago de Atitlán. Explica que toda persona individual o jurídica que haga uso de esos productos de único uso inútiles y no reusables será sancionada con una multa.

Con el desecho natural producen abono que venden por costales. El plástico y el vidrio lo separan en atención al material y el color, está disponible para las empresas que lo reciclan o usan para fabricar nuevos productos, igual destino tiene el cartón.

Con lo inorgánico inerte, es decir, la basura que no se puede destinar para un nuevo uso humano, se cubre el vertedero. Esto se hace por capas, al tapar cada una con tierra se evita la contaminación del suelo y la atmósfera. Se controla la emanación de gases con respiraderos y, después de cierto tiempo que el residuo está expuesto a la intemperie, es adquirido por una firma nacional que lo usa como combustible alterno para procesos industriales, como la fabricación de cemento.

“Estamos contentos con los resultados y nuestra intención es que la menor cantidad de basura se quede en el vertedero. No se trata solo de hallar la forma de reciclarla o venderla, también de cómo dejar de producirla. Hay que cambiar el concepto que se ha manejado de salvar el medioambiente conceptualizándolo como algo ajeno, a quienes debemos salvar es a nosotros, somos el último recurso que le queda al planeta”, señala el alcalde Méndez.

 

Una siguiente medida que espera pueda implementar es la habilitación al máximo de su capacidad de un lavadero municipal que ahora está al 60 por ciento de su uso. Tiene la peculiaridad de que cuenta con biodigestores para que el agua contamine lo menos posible el manto friático. Otro plan, cuenta, es la construcción de colectores para las aguas servidas.