La contaminación atmosférica provoca más de 4 millones de muertes prematuras en el mundo, principalmente en países en vías de desarrollo. Además, el Banco Mundial calcula el número de muertes en 5.5 millones, lo que estima en un costo de 225 mil millones de dólares a nivel global por pérdida de fuerza laboral

The Climate Reality Project

Ciudad de México, 10 junio de 2019.- El cambio climático y la contaminación del aire se encuentran estrechamente vinculados ya que, los contaminantes atmosféricos contribuyen a la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y algunos de ellos tienen un alto potencial de producir calentamiento global, elemento esencial del cambio climático. Algunos de los efectos del cambio climático, hacen más complicada la implementación de acciones para mitigar la concentración de contaminantes en el aire y agravan los efectos de los mismos en la salud humana y los ecosistemas.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación del aire representa un riesgo para la salud ya que puede provocar y agravar padecimientos cerebrovasculares, respiratorios y cardiovasculares. Incluso, estima que la contaminación atmosférica provoca más de 4 millones de muertes prematuras en el mundo, principalmente en países en vías de desarrollo.

Por su parte el Banco Mundial calcula el número de muertes en 5.5 millones, lo que estima en un costo de 225 mil millones de dólares a nivel global por pérdida de fuerza laboral, y considera como factores que impactan también en la economía de los países y del mundo la muerte de cultivos en el campo y la pérdida de competitividad urbana en las ciudades (BM, IHME, 2016).

Algunos contaminantes, además de tener repercusiones negativas en la salud y en la economía, también tienen impactos negativos en el medio ambiente al contribuir en el aumento de temperatura en la tierra, formar GEI y finalmente, intensificar el cambio climático. A su vez, el cambio climático produce fenómenos climáticos extremos que incrementan las concentraciones de contaminantes en la atmósfera, por ejemplo al acrecentar la liberación de polen, la formación de moho con microorganismos que se incorporan a la atmósfera y favorecer la entrada de rayos ultravioleta (Ginty, 2017).

Para mitigar la emisión de contaminantes es necesario contar con información científica sólida sobre sus niveles máximos permisibles en la atmósfera para que no signifiquen una amenaza a la salud, y contar con sistemas de monitoreo eficientes que permitan establecer marcos de actuación para prevenir y contrarrestar su presencia en el aire. Al respecto, existen diversas directrices, guías y normas en el mundo que clasifican los contaminantes de acuerdo a su impacto, volumen de emisión, así como el potencial que tienen para acelerar el calentamiento global.

Uno de estos documentos es la Guía de calidad del aire de la OMS (2006) que considera entre los agentes contaminantes más relevantes por su impacto en la salud humana: el material particulado, el ozono, el dióxido de nitrógeno y el dióxido de azufre. La Guía establece límites máximos de presencia en el aire, bajo los cuales, los contaminantes no representan mayores riesgos a la salud y es un referente para países y ciudades en el diseño de sus programas y sistemas de monitoreo de calidad del aire.

Además de estos contaminantes criterio, existen también otros agentes cuya presencia tiene importantes repercusiones en la salud, en la naturaleza y en el incremento de la temperatura de nuestro planeta, estos se conocen como contaminantes climáticos de vida corta (CCVC) ya que, tienen un periodo menor de permanencia en la atmósfera al del principal GEI, el dióxido de carbono, pero tienen un potencial de calentamiento considerablemente mayor (IGSD, 2013).

Entre estos CCVC encontramos el Material particulado (PM10 y PM2.5) provocado principalmente por tráfico, transporte, incendios forestales y producción de combustibles fósiles; monóxido de carbono, compuestos orgánicos volátiles emitidos por solventes, aerosoles y productos de limpieza, dióxido de azufre y óxidos nitrosos (SO2 y NOx), metano, ozono troposférico (O3), carbono negro e hidroflourocarbonos (HFC).

Además de los numerosos esfuerzos internacionales como el Protocolo de Montreal o de Gotemburgo, Climate and Clean Air Coalition y la Enmienda de Kigali, existen acciones individuales y colectivas que cada uno de nosotros puede realizar e impulsar con el objetivo de mejorar la calidad del aire en nuestra región y mitigar los efectos del cambio climático como:

1.- Elige modos de transporte más limpios como caminar, trasladarse en bicicleta o transporte público masivo o, en última instancia y si es posible, en vehículos eléctricos.

Investiga si tu localidad o ciudad cuenta con sistemas de monitoreo, programas para la mejora de la calidad del aire y protocolos de acción ante la presencia de altas concentraciones de contaminantes en la atmósfera.

2.- En caso de que, si existan estas herramientas, revisa constantemente la calidad del aire y las recomendaciones emitidas.

3.- En caso de no existan o sean poco efectivas, propón a tu gobierno local el diseño de normativas que protejan la salud ambiental y humana ante la presencia de contaminantes atmosféricos.

4.- Comparte información veraz sobre la calidad del aire y sus contaminantes con tu familia, amigos y compañeros de trabajo.

5.- Invita a más personas a sumarse para mejorar la calidad del aire en tu comunidad.