Por Banco Interamericano de Desarrollo

Ciudad de México, 27 marzo de 2019.- El pasado 15 de marzo, más de un millón de jóvenes de 125 países salieron a protestar con una misma consigna: “es momento de actuar contra la crisis climática”. Muchos adultos los escuchamos y cada vez somos más los que estamos dispuestos a apoyar soluciones verdes que protegen al medio ambiente o que reducen nuestra huella de carbono.

¿El reto? A pesar del interés en actuar rápido para transformar nuestras economías en unas más sostenibles, para la mayoría de las personas no es fácil identificar a las empresas u organizaciones a las que deberíamos de apoyar para tener el mayor impacto posible.

Por ejemplo, imagina que organizas a tus compañeros de trabajo para que su fondo de pensión invierta en empresas que contribuyen a combatir el cambio climático. Aquí empieza el problema: el gestor de tu fondo de inversión probablemente no sabrían por dónde empezar. Si bien, hay algunas empresas que cotizan en bolsa que se dedican a energías renovables o que se autoidentifican como “verdes” en las cuáles podrían invertir, ¿qué les asegura que son la mejor opción o que realmente están teniendo un impacto?

Tu fondo de pensión no es el único que enfrenta este problema. Incluso los fondos soberanos más grandes del mundo, que manejan miles de millones de dólares, tienen dificultad para identificar a una masa crítica de empresas que están combatiendo el cambio climático en las cuales invertir.

Esto no implica que no hay oportunidades de inversión. Al contrario, la brecha es tan grande que la Iniciativa Financiera del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que la transición a economías bajas en carbono y resilientes al cambio climático necesitará inversiones de al menos 60 billones de dólares, desde ahora hasta 2050. Como punto de comparación, el valor de toda la economía global en 2017 era de 81 billones de dólares.

Una opción que está mostrando resultados muy prometedores para canalizar más recursos privados a este objetivo son los bonos verdes: un instrumento financiero de renta fija cuyos fondos se utilizan exclusivamente a financiar empresas o proyectos que activamente contribuyen a la lucha contra el cambio climático.

La gran diferencia está del lado del uso de los fondos. Con el dinero que reciben de los bonos, las instituciones financieras prestan exclusivamente a un portafolio de proyectos que se dedican a actividades positivas para el medio ambiente como energías renovables, eficiencia energética, agriculturas sostenible o uso eficiente de recursos naturales, entre otros.  Además, para dar una mayor credibilidad al mercado de valores con relación al uso de los fondos, el emisor del bono permite que una agencia externa lleve a cabo una revisión independiente del marco conceptual del bono verde y de una norma de internacional. De esta forma, los inversionistas y los bancos pueden medir la magnitud del impacto ambiental de los bonos a través de indicadores que se publican anualmente.

Las instituciones financieras prestan exclusivamente a un portafolio de proyectos que se dedican a actividades positivas para el medio ambiente como energías renovables, eficiencia energética, agriculturas sostenible o uso eficiente de recursos naturales, entre otros.  

“En el tema de la inversión sostenible, la mejor forma de asegurarte que en lo que inviertes cumple con los objetivos ambientales es a través de los bonos verdes”, nos dice Diego Flaiban, oficial líder de inversión de BID Invest , el brazo de inversión en el sector privado del Grupo BID.  

El interés por los bonos verdes ha crecido de manera exponencial. En 2012 se emitió un volumen mundial de 3 mil millones de dólares; en 2018, el volumen de emisión aumentó a 167 mil millones de dólares. El Grupo BID ha jugado un rol crítico en fomentar su crecimiento en América Latina y el Caribe. Desde hace 5 años, hemos apoyado a los bancos de desarrollo de Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia, Ecuador, México y Perú a diseñar y emitir bonos verdes en sus mercados locales.  

“Nosotros participamos desde el momento cero en la estructuración hasta el momento de la compra del bono”, nos dice Sandra Reyes Correa, oficial líder de inversión de BID Invest. “La participación del BID realmente es de un promotor, un estructurador y un comprador de estos bonos. Estamos en todo el proceso y queremos realmente seguirlos promoviendo en la región”.

Uno de los bancos que apoyamos, Bancoldex, recientemente reportó los resultados de su primer bono verde. En 2017, expidieron un bono con el cual colocaron más de 200 mil millones de pesos colombianos, aproximadamente 64 millones de dólares al tipo de cambio de hoy, en el mercado financiero. Con esos recursos se apoyó a 273 proyectos en múltiples industrias, desde energías renovables hasta proyectos de transporte sostenibles.

El impacto ambiental de las empresas que recibieron un préstamo ha sido sustancial. Con el financiamiento, aumentó en 99,80 GWh la energía generada anualmente por fuentes renovables, suficiente para cubrir el consumo eléctrico de 76 mil personas en Colombia. También se redujo en 788.277 m3 de gas natural no utilizado por año como fuente de combustible, se reemplazó el uso de 360 toneladas de carbón por otras fuentes de combustible (residuos de biomasa, gas natural, biogás, entre otras), y se redujo en 22.333 toneladas la cantidad de CO2 emitido por año. Este último es equivalente a dejar de recorrer 80 millones de kilómetros en un automóvil.

El éxito de primer bono verde de Bancoldex no es un caso aislado. Hemos apoyado a múltiples instituciones a expedir bonos que han logrado un alto impacto ambiental y, a partir de su experiencia positiva, la mayoría ha decidido realizar nuevas emisiones. A juicio de nuestros especialistas, todavía queda mucho potencial de crecimiento para los bonos verdes en nuestra región y esperan ver una mayor evolución en los próximos años.

“Hay una demanda insatisfecha de inversores privados que quieren invertir en proyectos sostenibles”, dice Diego Flaiban. “Los bonos verdes vinieron para quedarse”.

Los bonos verdes funcionan de manera similar a otros bonos. Una institución bancaria los emite en el mercado financiero, con una duración y promesa de retorno, y los inversionistas  pueden adquirirlos como un activo del cual esperan obtener una ganancia económica.